domingo, 17 de junio de 2012

China envía a su primera mujer astronauta al espacio

En su cuarta misión espacial tripulada, China ha lanzado este sábado a tres astronautas a bordo de la nave Shenzhou 9, incluyendo a su primera mujer. Tras su correspondiente cuenta atrás en mandarín, el cohete Larga Marcha 2F fue disparado a las 18.37 horas (12.37 en España) desde el centro de lanzamiento de Jiuquan, enclavado en el borde del desierto del Gobi en la provincia de Gansu, al noroeste del país.
Esta expedición es la más ambiciosa y compleja hasta la fecha porque los «taikonautas», como se denomina a los astronautas en mandarín, se acoplarán en órbita al laboratorio espacial chino que gravita en torno a la Tierra, a unos 343 kilómetros de altura. Mientras uno de ellos permanece en la cápsula por si ocurre alguna incidencia, los otros dos pasarán 13 días en dicho laboratorio realizando pruebas médicas y experimentos sobre los efectos de la falta de gravedad en el cuerpo humano.
«El acoplamiento manual es un examen tremendo para la habilidad de los astronautas a la hora de determinar la posición espacial, la coordinación visual y sus aptitudes psicológicas», explicó el jefe de la misión, el comandante Jing Haipeng, que ya ha participado en otra expedición anterior.

El programa espacial chino avanza

Desde un punto de vista técnico, la misión revela los extraordinarios progresos del programa espacial chino, que sin embargo han quedado eclipsados por la expectación que ha suscitado la presencia de la astronauta Liu Yang. A sus 33 años, y con dos de entrenamiento intensivo, esta piloto de las Fuerzas Aéreas se convierte en la primera china en volar al espacio. Entre sus méritos, debidamente publicitados por la propaganda estatal, destacan que una vez protagonizó un aterrizaje de emergencia después de que una bandada de pájaros chocara contra la cabina de su avión y averiara uno de sus motores. «No os decepcionaremos. Trabajaremos juntos para cumplir esta misión con éxito», prometió a los periodistas congregados en el centro de lanzamiento desde detrás de un cristal protector.
Para ello, la tripulación ha practicado la difícil maniobra del acoplamiento hasta 1.500 veces en un simulador, llegando a entrenarse durante 16 horas al día. «Una mirada, una expresión facial, un movimiento… nos entendemos de inmediato», indicó el responsable de la expedición.
Desde que, hace nueve años, China se convirtiera en la tercera nación del mundo con capacidad para poner un hombre en órbita tras Estados Unidos y Rusia, su programa espacial ha avanzado a pasos agigantados alimentado por su imparable crecimiento económico. En aquella gesta, que tuvo lugar el 15 de octubre de 2003, el comandante Yang Liwei dio 14 vueltas al planeta durante 21 horas y media a bordo de la cápsula Shenzhou 5.
Justo dos años después, China lanzó otros dos «taikonautas». Desde entonces, el autoritario régimen de Pekín ha invertido cada año más de 15.000 millones de euros en su programa espacial, auténtica cuestión de Estado y un motivo más de orgullo nacional.
En septiembre de 2008, Zhai Zhigang se convirtió en el primer chino en dar un paseo por las estrellas al salir de la nave y desplegar una pequeña bandera nacional en el espacio mientras su compañero, Liu Boming, se asomaba brevemente por la escotilla.

Laboratorio Tiangong 1

Manejado por control remoto, el laboratorio espacial Tiangong 1 (Palacio Celestial 1) gravita alrededor de la Tierra desde el pasado 29 de septiembre. En noviembre ya se acopló a él una nave no tripulada, pero el reto ahora consiste en que la tripulación lo haga de forma manual desde la cápsula Shenzhou 9. Dicha nave se basa en el modelo soviético Soyuz, que consiste en un módulo de propulsión, una cabina para la tripulación y un compartimento que puede permanecer en órbita cuando la nave regresa a la Tierra.
Con 10,4 metros de largo, 3,3 de ancho y un peso de 8,5 toneladas, el laboratorio espacial chino es el prototipo de una estación de varios módulos y mucho mayor que China quiere lanzar en 2020. A pesar de que alcanzará las 60 toneladas, será mucho más pequeña que la Estación Espacial Internacional gestionada por 16 países.
Tras las misiones con astronautas a bordo de las naves Shenzhou, China se ha marcado como objetivo para 2016 posar sobre la superficie lunar un vehículo no tripulado, pero dotado con robots que tomen muestras y regresen luego a la Tierra. El objetivo último es, por supuesto, enviar un hombre a la Luna.
Mientras tanto, EE.UU. contempla con preocupación el programa espacial chinos por sus implicaciones militares, ya que el régimen de Pekín ha demostrado ser capaz de destruir uno de sus propios satélites desde la superficie terrestre. Debido a estos recelos, Washington vetó hace dos décadas la inclusión de China en la Estación Espacial Internacional, lo que obligó a Pekín a desarrollar su propio programa para conquistar las estrellas. Ahora, puede ganarle a la NASA su carrera a la Luna, adonde nadie ha vuelto desde que los astronautas americanos del Apolo XVII la pisaran por última vez en diciembre de 1972.




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